En 1984 el autor Japonés: Yoneji Masuda, publicó el texto: “Una introducción a la Sociedad de la Información”, en que caracterizó a la información como el activo más valioso de la sociedad durante las siguientes décadas, una visión de futuro similar que para entonces compartían Marshall McLuhan[1] y Alvin Toffler[2], y que terminó prediciendo muchos de los grandes elementos socioculturales de la contemporaneidad, sirviendo de insumo para que años más tardes Armand Mattelar[3] y Manuel Castells[4] profundizaran en los alcances del concepto.
En lo que Masuda, McLuhan, Mattelar, Toffler y Castelss se quedaron cortos, es en los riesgos derivados de una sociedad hiperconectada, que terminó desencadenando un bumerán que juega en contra de la ciencia, la tecnología y la sociedad misma, potenciando distorsiones en el campo de la comunicación de masas.
¿Estamos presenciado una sociedad de la desinformación?
Por: Gabriel E. Levy B.
Hacía el año 236 antes del Cristo, el célebre filósofo y matemático Eratóstenes, observó la sombra que producían los rayos del Sol durante el solsticio de verano en dos lugares suficientemente alejados uno del otro: Siena y Alejandría, Ideando un método para calcular el diámetro de la esfera de la tierra con solo dos datos: el ángulo de incidencia del sol en Alejandría en el Solsticio de verano y la distancia entre ellas. De esta manera, con una sencilla regla de tres pudo calcular la longitud de la circunferencia de la Tierra[5].
Unos 1700 años después, financiados por la corona española, los navegantes Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, organizaron una expedición que tardó más de tres años en culminar, circunnavegando la Tierra y constatando empíricamente que la tierra no era plana, sino efectivamente redonda como matemáticamente lo había demostrado Eratóstenes[6].
En 1968 el Astronauta Bill Anders tomó la primera fotografía del planeta Tierra desde el Apolo 8[7], posteriormente miles de fotografías fueron tomadas desde el espacio, dejando irrefutable evidencia la geocircunferencia característica de la tierra que habitamos.
Para el Siglo XXI probablemente ninguna otra una verdad sea tan difícil de refutar como lo es la circunferencia de nuestro planeta, sin embargo y contrario a toda lógica posible, grupos extremistas políticos y religiosos haciendo uso de las mismas tecnologías de información y comunicación que nos han puesto en la cúspide de los desarrollos informáticos, crearon un movimiento denominado el Terraplanismo[8], que mediante estrategias de desinformación y uso intensivo de las TIC, sostienen que la tierra es plana convenciendo de esta falacia a miles de personas.
El fenómeno de las Fake News
El New York Times define fake news como “una historia de apariencia periodística inventada y difundida con el fin de engañar”[9]. En muchos casos las fake news están diseñadas para encajar en el imaginario colectivo de un grupo poblacional específico, invocando miedos, prejuicios, dogmas, ilusiones, esperanzas y/o aspiraciones, buscando que los relatos fabricados encajen con la posición ideológica o afectiva del receptor, quien por esta razón la percibe como verdadera y a su vez la comparte sin verificar, generalmente con otros sujetos afines al mismo perfil sociodemográfico, quienes repiten el mismo ciclo anterior, pero con mayor nivel de confianza, pues lo recibieron de alguien conocido, asumiendo que esta persona verificó la información, desencadenándose así una reacción en cadena masiva e incontrolable[10].
Las “fake news” se convirtieron en un tema cotidiano y hasta se les ha considerado consecuencia negativa de Internet, si bien como los relatores de libertad de expresión del mundo recordaron en 2016[11], han existido siempre, y han sido parte de las estrategias de gobiernos, empresas y fuerzas armadas para ganar elecciones, aumentar rendimientos financieros o manipular el orden social y económico.
Las aberraciones comunicacionales que introdujo el Brexit
Varias décadas, muchas generaciones de líderes, miles de reuniones y negociaciones costó la construcción de un mercado común europeo, uno de los mayores logros de la cooperación entre sociedades históricamente rivales, que dio paso a una nueva Europa, mucho mejor relacionada, conectada, comunicada y justa[12].
Sin embargo, la destrucción de este esfuerzo histórico, requirió solamente de unos cuantos meses y una intensiva estrategia desinformación, que, a través de los medios sociales, las mentiras informativas (Fake News) y el uso poco ético de algoritmos, logró a través de una de las más grandes campañas de desinformación que haya presenciado la humanidad, convencer a millones de personas de votar a favor de que el Reino Unido se retirara de este gran acuerdo, algo cuya consecuencia aún no es posible cuantificar. El movimiento se autodenominó BREXIT y fue promovido principalmente por líderes políticos de la extrema derecha británica[13].
El Brexit fue el mayor campanazo de alerta sobre la gravedad del fenómeno de la Desinformación y las Noticias Falsas, puesto que más de la mitad del electorado de uno de los países más educados del mundo votó por destrozar el trabajo y esfuerzo de muchas naciones durante varias décadas, basados simplemente en noticias falsas, incompletas, fueras de contexto e imprecisas.
Infodemia en tiempos de Covid
El término Infodemiología fue propuesto por el canadiense Gunther Eysenbach, y surge de la combinación de los términos información y epidemia[14]. Este concepto sirve como paraguas para describir la proliferación en Internet de noticias sobre salud totalmente falsas o parcialmente incorrectas, basado en la observación y gestión de la información resultante de temas de sanidad, especialmente de tipo epidemiológica, en el contexto de la Sociedad de la Información, un concepto que se vio potenciado con la emergencia de la pandemia del Covid19 en los años 2020 y 2021[15].
Con el paso de los días la Infodemia se convirtió en un dolor de cabeza casi tan difícil de controlar como la pandemia misma, desde la desinformación con medicamentos milagrosos, pasando por teorías conspirativas hasta la situación más grave potencialmente: Las Fake News que rodean el proceso de vacunación y que pone en riesgo la inmunidad del rebaño en muchos países en donde la población como consecuencia de los miedos infundados se resiste en un porcentaje importante, a vacunarse, un fenómeno que se ha potenciado por el también movimiento basado en la desinformación de los autodenominados: Antivacunas[16].
La Infodemia es un ejemplo perfecto de como en uno de los terrenos más delicados y complejos, como es el de la salud pública, la desinformación pone en riesgo a millones de personas alrededor del mundo.
En muchos casos estos movimientos han surgido inspirados por conspiracioncitas de oficio, líderes extremistas religiosos y nuevamente por líderes de extrema derecha como Bolsonaro (Brasil) o Trump (USA), países en los que en 2020 se presentaron los peores indicadores de manejo de la crisis y mayor nivel de tasas de contagio, ante la negativa de sus dirigentes de escuchar las recomendaciones de científicos expertos en la materia y en muchos otros casos usando las noticias falsas como políticas públicas de gobierno.
La relativización de la verdad
Para los expertos del Tecnológico de Massachusetts, citados por MIT Technology Review, en las s elecciones presidenciales del 2020 que se realizaron en EE. UU., los deepfakes[17](Ultra Falsificaciones digitales) fueron cada vez más convincentes y difíciles de diferenciar entre los ciudadanos del común.
“Los deepfakes sí representan una amenaza para la política, pero en este momento la amenaza más tangible es el hecho de acusar a los deepfakes para hacer que lo real parezca falso, la exageración y la cobertura sensacionalista que especula sobre el impacto político de los deepfakes ha eclipsado los casos reales en los que la tecnología ha tenido un verdadero efecto”.
Henry Ajder experto de Deeptrace Labs citado por MIT Technology Review[18]
La relativización de las evidencias
Supongamos que un político es descubierto infraganti recibiendo un soborno y la prueba principal es un video grabado de forma oculta, con algunos problemas técnicos en donde se identifica el personaje y se escucha su voz, al estallar el escándalo este político podría aducir que se trata de un tipo de deepfake y que todo ha sido una manipulación para acabar con su reputación, sembrando la duda que aprovecharían sus seguidores para generar confusión en los medios sociales y finalmente nadie podría saber a ciencia cierta si es real o no[19].
De la misma forma podría ocurrir con cualquier tipo de información o noticia, generando una contradicción sin precedentes: En vez de tener una sociedad informada tendremos una sociedad confusa y probablemente paranoica respecto de la veracidad de los hechos, desencadenándose un nivel de relatividad de la objetividad que podría erosionar las bases mismas de la sociedad.
Desde principios de este siglo el destacado académico Ignacio Ramonet afirmó que: “Cuando hayamos alcanzado el óptimo de información habremos llegado al máximo de desinformación, por saturación[20]”. Una visión futurista muy adelantada para su época, que se anticipó a muchas voces actuales, especialmente de organizaciones civiles y diversos expertos en desinformación, que han manifestado su preocupación, pues ellos consideran que la mayor parte de los esfuerzos que hacen los organismo reguladores, gobiernos y empresas de tecnología, se han concentrado en evaluar “la facilidad con la que la tecnología puede hacer que las cosas falsas parezcan reales”, pero han ignorado el segundo problema: “Aunque los límites para crear deepfakes están desapareciendo rápidamente, poner en duda la veracidad de algo no requiere ninguna tecnología en absoluto” [21].
“Es otra arma para los poderosos: responder con ‘Es un deepfake’ sobre cualquier cosa que las personas que están fuera del poder intenten usar para mostrar la corrupción” [22].
Diferenciar entre realidad y ficción siempre ha sido algo complejo para los ciudadanos sin mayores competencias educativas, pero sin duda el desafío de los próximos años evidenciarán una confusión sin precedentes, que irá más allá de la ambigüedad tradicional y que afectará no solamente al usuario de Internet del común, sino también a personas con formación profesional, incluso permitirá complejizar ejercicios como el del periodismo que deberán incorporar competencias propias de la informática para garantizar la objetividad, por lo que el desafío que deberán enfrentar los gobiernos y las compañías de telecomunicaciones, será monumental.
En conclusión, la desinformación en todas sus formas y manifestaciones, será sin duda uno de los mayores dolores de cabeza y amenazas que el mundo contemporáneo deberá enfrentar en la próxima década. No solo, por la gran cantidad de contenido falso que emergerá, sino porque este tipo de contenido hará que comencemos a dudar de cualquier tipo de información, desconfiando por completo de los datos accesibles en la red y los medios, lo que pondría en tela de juicio cualquier evidencia que golpee los intereses de los más poderosos, convirtiéndose en una amenaza potencial sin precedentes para la democracia global, quedando claro que si alguien logró poner en duda la redondez de la tierra, cualquier tema podrá ser utilizado para manipular las masas y hacer dudar de la realidad misma, siendo el único antídoto posible conocido: La educación.