En un mundo en el que la tecnología avanza a pasos agigantados, el concepto de Industria 5.0 emerge como una nueva esperanza para equilibrar la relación entre las máquinas y las personas. A diferencia de su predecesora, la Industria 4.0, que prioriza la automatización y la interconexión digital, la Industria 5.0 propone un regreso a lo humano, colocando a las personas en el centro del desarrollo tecnológico.
Del Internet de las Cosas a la colaboración hombre-máquina
Por: Gabriel E. Levy
En la última década, la Industria 4.0 transformó la manufactura mediante la implementación de tecnologías como el Internet de las Cosas (IoT), la inteligencia artificial (IA) y la robótica avanzada.
Estos avances trajeron consigo un enfoque en la optimización y eficiencia, logradas principalmente a través de la automatización.
Fábricas inteligentes, donde las máquinas están interconectadas y pueden tomar decisiones en tiempo real con mínima intervención humana, se convirtieron en la norma.
Este modelo, sin duda, marcó un hito en la productividad y la reducción de costos, pero también comenzó a mostrar sus propias limitaciones.
La automatización, aunque poderosa, no está exenta de críticas. Autores como Klaus Schwab, en su obra “La Cuarta Revolución Industrial”, y Erik Brynjolfsson, en “The Second Machine Age”, han advertido sobre los riesgos de una excesiva dependencia de la tecnología.
Uno de los mayores temores es la pérdida masiva de empleos a medida que las máquinas asumen roles que tradicionalmente han sido desempeñados por humanos. Además, surge la preocupación de que la deshumanización de los procesos podría llevar a una desconexión creciente entre el trabajador y su labor, transformando el trabajo en un acto mecánico y alienante.
Frente a este escenario, emerge la necesidad de una nueva etapa en la evolución industrial, una que no solo avance en términos de tecnología, sino que también revalorice el papel del ser humano dentro del proceso productivo.
Aquí es donde entra en juego la Industria 5.0, un concepto que comenzó a gestarse alrededor de 2017 en Japón y Europa.
Autores como Naoko Ogawa, en su investigación sobre la «Human-centric approach to Industry 5.0″, han señalado que esta nueva etapa propone que la tecnología debe estar al servicio de las personas, no al contrario.
Este enfoque pone un énfasis especial en integrar la creatividad y el pensamiento crítico humano dentro de las operaciones industriales.
La Industria 5.0 no se trata solo de mejorar la eficiencia; busca redefinir la relación entre humanos y máquinas.
Según un informe de la Comisión Europea, la Industria 5.0 «va más allá de la automatización y la eficiencia de la Industria 4.0, promoviendo una visión que coloca el bienestar humano y la sostenibilidad en el centro de la producción industrial».
Esto representa un cambio de paradigma: de una dependencia total en la automatización a una interacción colaborativa entre el ser humano y la tecnología. La máquina ya no es solo una herramienta, sino un colaborador que potencia las habilidades humanas, creando un entorno en el que la tecnología y la humanidad no solo coexisten, sino que se complementan mutuamente.
Este cambio, como señala Dirk Helbing, investigador en ciencia de sistemas en ETH Zurich, supone una transformación fundamental en cómo concebimos el trabajo y la producción.
La Industria 5.0 no es una actualización técnica; es una reconfiguración del rol humano en un mundo donde las máquinas son cada vez más capaces.
Este enfoque podría mitigar algunos de los efectos negativos de la automatización, como la pérdida de empleos, al fomentar roles donde la creatividad y la innovación humanas son indispensables. Es un intento de reconciliar el avance tecnológico con las necesidades y valores humanos, algo que la automatización pura y dura de la Industria 4.0 no logró plenamente.
De la automatización a la personalización
La Industria 5.0 plantea un enfoque más personalizado y adaptable. Mientras que la Industria 4.0 se centró en la eficiencia y la automatización, la 5.0 busca ir un paso más allá al integrar la creatividad y la personalización en los procesos productivos.
Esto implica que las tecnologías avanzadas, como la inteligencia artificial y los robots colaborativos, no solo se utilizarán para realizar tareas repetitivas, sino también para apoyar y potenciar la capacidad humana.
Según Thomas Kallstenius, investigador de la Comisión Europea, la Industria 5.0 «reconoce el papel central de la humanidad en el sistema industrial y promueve la sostenibilidad y la resiliencia junto con la eficiencia».
Esto significa que la tecnología ya no se verá como una herramienta para reemplazar al trabajador, sino como un aliado para mejorar sus capacidades y crear productos y servicios más personalizados.
En términos de telecomunicaciones, la Industria 5.0 promete una transformación profunda.
La capacidad de las redes 5G y futuras tecnologías de conectividad serán cruciales para facilitar la interacción en tiempo real entre humanos y máquinas. Las telecomunicaciones se verán obligadas a evolucionar para soportar no solo una mayor cantidad de dispositivos conectados, sino también para garantizar una latencia extremadamente baja y una alta fiabilidad, aspectos críticos para la colaboración hombre-máquina en entornos industriales.
El desafío de América Latina: brechas y oportunidades
Sin embargo, América Latina enfrenta un desafío significativo en la adopción de la Industria 5.0.
La región, que aún lucha por implementar plenamente las tecnologías de la Industria 4.0, podría verse rezagada si no se toman medidas proactivas.
Según múltiples informes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la brecha tecnológica y la falta de infraestructura adecuada son dos de los mayores obstáculos que la región deberá superar.
La falta de inversión en infraestructura digital, la baja penetración de tecnologías avanzadas y la escasez de personal capacitado son factores que podrían retrasar la adopción de la Industria 5.0 en América Latina. Además, la desigualdad económica y la inestabilidad política en muchos países de la región agravan el problema, creando un entorno poco propicio para la innovación y el desarrollo tecnológico.
Sin embargo, la situación no es del todo sombría. América Latina tiene una oportunidad única de aprender de los errores y éxitos de otras regiones que están liderando la transición hacia la Industria 5.0. El potencial de la región para adoptar prácticas sostenibles y enfocadas en el ser humano podría ser un catalizador para su desarrollo, siempre y cuando se priorice la inversión en educación, infraestructura y políticas públicas que fomenten la innovación.
Impacto en telecomunicaciones: la necesidad de una infraestructura robusta
El impacto de la Industria 5.0 en las telecomunicaciones será significativo, pero también representará un desafío. Para que la colaboración hombre-máquina se materialice de manera efectiva, se necesitará una infraestructura de telecomunicaciones robusta y confiable.
La implementación de redes 5G y el desarrollo de tecnologías de comunicación avanzadas serán cruciales para garantizar que los sistemas puedan responder en tiempo real, lo cual es fundamental para el éxito de la Industria 5.0.
En América Latina, el despliegue de 5G es aún incipiente, y la falta de acceso a tecnologías de última generación podría limitar la capacidad de la región para competir en un mundo donde la Industria 5.0 se convierta en la norma. No obstante, con una estrategia adecuada, que incluya la colaboración entre el sector público y privado, América Latina podría cerrar esta brecha y aprovechar las oportunidades que la nueva revolución industrial ofrece.
En conclusión, la Industria 5.0 no es solo una evolución tecnológica, sino una revolución en la forma en que entendemos la interacción entre humanos y máquinas. Nacida de la necesidad de superar las limitaciones de la automatización total, esta nueva era industrial promete revalorizar el papel de las personas en un mundo cada vez más tecnológico. Aunque América Latina enfrenta desafíos significativos para adoptar esta nueva fase, también tiene la oportunidad de convertirse en un líder en prácticas sostenibles y centradas en el ser humano, siempre y cuando logre superar las barreras actuales de infraestructura y educación.